Límites: puentes que nos unen y nos separan
“ Al final me daba cuenta de que era incapaz de decir que no, de que no me atrevía a mostrar mi malestar, que acababa haciendo siempre lo contrario de lo que quería y que no me sentía bien por ello.”
En ocasiones acabamos diciendo que sí cuando queremos decir que no y cedemos a la opinión del otro, a la sugerencia del otro o incluso al mandato del otro en contra de nuestros deseos, de nuestros sentimientos y de nuestra voluntad. Y, si sabemos que es algo perjudicial para nosotros, ¿para qué permitimos a veces esta intromisión en nuestro espacio? ¿para qué dejamos que decidan por nosotros?
Decir que no a los demás y establecer límites respecto a lo que queremos no siempre es fácil. Nuestras experiencias y aprendizajes respecto a qué ha pasado cuando hemos dicho que no influye en gran medida en lo que pensamos que puede ocurrir si ponemos límites: “Me rechazará”, “Se enfadará conmigo” “Me va a abandonar y me quedaré sola” “Me siento culpable”etc. En este caso, esa sería la parte de herida que estaría detrás de poner un límite, sin embargo, no poner límites también tiene sus beneficios. Cuando dejamos que otros decidan por nosotros, ordenen nuestra vida y permanecemos serviciales y disponibles para los demás, nos aseguramos inconscientemente de que los demás nos necesitan, de que somos importantes para ellos, nos liberamos de la responsabilidad de decidir sobre nuestras propias vidas y acabamos siendo santificados. Mmmm, ¿tentador, verdad?
El primer paso para entender las dificultades que tenemos para poner límites radica justamente en indagar en qué significan los límites para mí y qué beneficios inconscientes puede tener que no esté poniendo límites.
Al contrario de lo que se pueda pensar, son también nuestras diferencias las que de verdad nos permiten contactar con el otro y no sólo nuestras similitudes. Si todos fuéramos iguales, pensáramos igual y actuáramos igual no nos aportaríamos nada los unos a los otros, no nos “sacudiría” nada el estar frente a otro idéntico a nosotros. Poner límites también es una forma de acercarnos a los demás. La vida es vibración, movimiento, ajuste y desajuste constante. Necesitamos las diferencias de los demás para vibrar y crecer, para replantearnos otras visiones, otros formas de entender y de sentir lo que nos rodea. Necesitamos la sabiduría de la diferencia con el otro para tener una visión amplia y rica de la realidad. Y para sostener esas diferencias, inevitablemente, necesitamos unos límites.
Cuando establecemos unos límites sanos en la relación con los demás no nos alejamos de ellos ni tampoco les dejamos vía libre para que campen a sus anchas en nuestro espacio vital. Establecer límites significa que conocemos lo que necesitamos y lo que somos y el valor que merece, lo delimitamos y construimos sólo aquellos puentes que queremos para permitir al otro que llegue hasta nosotros y permitirnos llegar hasta los demás. Si esos puentes estuvieran siempre abiertos, si mantengo una actitud de decir sí cuando en realidad quiero decir que no, permito que cualquiera entre a mi espacio, coja lo que necesite y se marche. Si esos puentes estuvieran siempre cerrados nos perderíamos el crecimiento de contactar de verdad con los demás, de conocerme y reconocerme a través del otro, de aprender…estaríamos como reyes y reinas en nuestro en un gran castillo pero, eso sí, solos y lejos de los demás.
¿Cuál es la clave? Construir puentes flexibles, poner límites con los demás y con uno mismo que permitan abrir y cerrar nuestro espacio vital siempre que lo necesitemos.
Los limites que necesitábamos ayer quizás no nos sirvan hoy…
Quizás tengamos que construir puentes nuevos con algunas personas, quizás sea el momento de cerrar puentes con otras…
Quizás sea el momento de permitirme abrir ese puente que me lleva a lo desconocido…
Quizás es el momento de respetarme y cerrar ese puente aunque sea a alguien muy importante para mí…
Quizás sea el momento de permitirme abrir ese puente aunque en el pasado me hicieran daño cuando entraron por ahí…
Invertir en la toma de conciencia de nuestros límites, flexibles y sanos, que sirven a lo que necesitamos en cada momento, supondrá la aceptación y el respeto hacia nosotros mismos y nuestros deseos; no hay ganadores ni perdedores, no hay imposiciones ni miedos, sólo personas que son libres de ser lo que son y que permiten a los demás ser lo que son y que eligen cuando quieren estar unidos y cuándo separarse.
Almudena Sánchez Soria, psicóloga