Obstáculos, ¿desafíos o limitaciones?
Podemos hablar de obstáculos como barreras construidas por nosotros incluso antes de saber hacia dónde vamos. Muros que nos dificultan ver el horizonte. Piedras que nos van surgiendo en el camino.
Los obstáculos son inevitables, todos tenemos una historia, un bagaje de experiencias, que influyen en cómo estamos aquí y ahora y, cuando decidimos luchar por algo, estos obstáculos se nos hacen figura con el fin de ponérnoslo difícil, de conducirnos a situaciones extremas, de hacernos dudar y, lo más importante, de hacernos crecer, de proporcionarnos aprendizajes y de promover un mayor conocimiento de nosotros mismos. De ahí que sean considerados retos, porque no resultan fáciles de superar pero, si se consigue, ya no volvemos a ser los mismos.
Los obstáculos pueden convertirse en constructivos o destructivos. Se hacen constructivos cuando los interpretamos como desafíos, pues nos proporcionan aprendizaje, crecimiento y oportunidades. Pasan a ser destructivos cuando los interpretamos como limitaciones, cuando nos paralizan y nos impiden avanzar y autorrealizarnos. Todos tenemos experiencias de abandono, reorientación de objetivos, bloqueos, a causa de obstáculos. Sin embargo, también tenemos experiencias en las que hemos salido victoriosos, gloriosos, recompensados. La diferencia entre unas situaciones y otras reside en la manera en la que nos hemos enfrentado a esos obstáculos.
Los obstáculos son personales, no tienen por qué ser los mismos para unas personas que para otras. Pero, a rasgos generales, podemos hablar de los siguientes:
- Influencia del entorno: la familia, la educación recibida, los amigos, la pareja, el trabajo… Según los mensajes que hallamos ido recibiendo a lo largo de nuestra vida de todas aquellas personas con las que nos hemos rodeado vamos a ir generando una percepción de nosotros mismos que, en ocasiones pueden ser vistas como motor de arranque y, otras, como frenos.
Todos estos mensajes, se incorporan en nosotros a través de introyectos: mandatos, formas de ver el mundo que nos vienen desde fuera e interiorizamos como propias, “lo mejor es sacarte una oposición si quieres tener una vida tranquila”, “hay que casarse”, “uno no puede pasarse la vida soñando, hay que moverse”…, “tienes muchos pájaros en la cabeza, solo piensas en tonterías, nuca llegarás a nada”. El problema que generan estos mensajes es que, al asumirse como propios, nos confunden, nos resulta complicado distinguir si esos mensajes son nuestros porque así pensamos nosotros o son las expectativas de otros asimiladas e incorporadas.
- Percepción de mí mismo: según todos los mensajes que nos hayan llegado desde fuera así como nuestras propias experiencias (éxitos o fracasos pasados), vamos generando una imagen de nosotros mismo, positiva, negativa, e incluso a veces, neutra. Esta imagen de nosotros mismos va a conformar nuestros autoconcepto (soy así o asá) y nuestra autoestima (lo competente y valioso que me percibo). Nuestra autoestima, nos va a llevar a determinadas creencias sobre nosotros mismos.
- Creencias: “no valgo para nada”, “no soy capaz de conseguir lo que me prepongo”, ”los demás son mejores que yo”, …
Estas creencias no son realistas, son distorsiones de la realidad. Nos generan visión túnel, hacen que miremos la vida desde un agujerito de manera que no somos capaces de ver todo el conjunto, solo una parte. Y nos van guiando a su merced convirtiéndose en grandes piedras en nuestros caminos.
- Zona de confort: la estabilidad, lo seguro, lo que ya tenemos…A veces cuesta arriesgarse por lo que anhelamos por miedo a perder lo que ya tenemos, que puede no satisfacernos plenamente, pero es seguro…
- Miedos: ¿y si fracaso? ¿y si no soy capaz?¿y si me equivoco?¿y si no es eso lo que de verdad quería?
Todos estos elementos nos condicionan pero no nos definen. Nosotros no somos los obstáculos, estos no son más que construcciones nuestras y como tales, pueden derribarse. No determinan nuestro futuro, no tienen por qué guiarnos, depende de nosotros y de nuestras decisiones.
¡Tú marcas tú camino!
¡Tú decides hacia dónde vas!
Lali Tudela Martínez, psicóloga